Angie no podía ver porque los vidrios de su automóvil estaban empañados por la niebla. Sin darse cuenta, se cruzó delante de un camión. El accidente le dañó tanto el cerebro que perdió el habla y no pudo cuidarse más sola.
Con el paso de los años, me ha asombrado la capacidad de resistencia de los padres de Angie. Hace poco, les pregunté: «¿Cómo se han arreglado para manejar esta situación?». Reflexivamente, su padre respondió: «Con toda sinceridad, la única manera de haber sido capaces de hacerlo es estando cerca de Dios. Él nos da la fortaleza que necesitamos para seguir adelante».
La madre de Angie coincidió con él y agregó que durante un tiempo, después del accidente, estaban tan tremendamente angustiados que se preguntaban si alguna vez podrían volver a tener gozo. A medida que se volcaron al Señor, recibieron una innumerable e inesperada cantidad de provisiones para suplir las necesidades físicas y espirituales de Angie y también de toda su familia. Aunque la muchacha nunca recuperó la capacidad de hablar, ahora les responde con amplias sonrisas, y esto les da gozo. El versículo favorito de sus padres continúa siendo: «Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría» (Salmo 30:5).
Entrégale tus penas a Jesús, el «varón de dolores».
¿Alguna vez experimentaste una tristeza extrema? Cuando te apoyas en tu Dios amoroso, está vigente la promesa de un gozo futuro en medio de tus lágrimas. (RBC)