La cruz siempre ha sido motivo de controversia. En el siglo i, el apóstol Pablo dijo que Cristo lo había enviado a «predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo. Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios» (1 Corintios 1:17-18). Como seguidores de Cristo, vemos la cruz como algo más poderoso que un símbolo cristiano: la prueba del poder de Dios para liberarnos de la tiranía de nuestro pecado.
En una sociedad diversa y pluralista, la controversia sobre los símbolos religiosos continuará. Es probable que los tribunales determinen si una cruz puede exhibirse en espacios públicos o no, pero que su poder se demuestre en nuestra vida lo decidiremos en nuestro corazón.
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Nada habla con más claridad del amor de Dios que la cruz. (RBC)