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Podemos eludir la burla de los orgullosos volviéndonos como ellos o considerar sus intentos de humillarnos como una medalla de honor. Podemos regocijarnos de ser «tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre [de Jesús]» (Hechos 5:41). Es mejor soportar la vergüenza por un tiempo breve que padecer «confusión perpetua» (Daniel 12:2).
No debemos ser como los escarnecedores y burlarnos de ellos, sino que tenemos que bendecir a los que nos persiguen. «Bendecid, y no maldigáis», nos recuerda Pablo (Romanos 12:14). De este modo, Dios podrá atraerlos hacia la fe y el arrepentimiento, y convertir nuestros momentos de vergüenza en gloria eterna.
Por último, como nos aconseja el salmista, debemos mirar «a Jehová nuestro Dios» (Salmo 123:2). El Señor nos entiende como ningún otro lo hace, porque Él también soportó reproches. Se compadecerá de nosotros según Su infinita misericordia.
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Cuando el trato de los demás te echa abajo, mira hacia arriba a Dios. (RBC)