Eché un vistazo por el salón antes de que él empezara a hablar. Había toda clase de personas: familias jóvenes, profesores, amigos, líderes de la iglesia y entrenadores. Comenzó mencionando cómo había impactado su vida cada persona. Una mujer había sido «como una tía, siempre presente». Un hombre de treinta y tantos años «solía compartirle de la Biblia y aconsejarlo». Otro le había «enseñado sobre la disciplina y la dedicación al trabajo». Un amigo de la iglesia lo había «llevado al entrenamiento de fútbol todos los días» porque su madre no podía. Una pareja lo había «tratado como si fuera su propio hijo». ¿Algo en común? Sí, todos eran creyentes sencillos que se habían ocupado de marcar una diferencia en su vida.
Pablo lo denominó hacer «bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe» (Gálatas 6:10). Podemos ayudar a moldear la vida de una persona demostrando nuestro interés y actuando en consecuencia. Y, tal como sucedió con Dan, cosechar los frutos (v. 9).
Mira a tu alrededor. ¿Hay alguien cuya vida necesita de tu toque?
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Haz todo el bien que puedas, como puedas, para todos los que puedas, mientras puedas. (RBC)