El salmista David anhelaba tener alas para volar. En una época cuando lo perseguían enemigos que procuraban quitarle la vida, el rey de Israel exclamó: «¡Quién me diese alas como de paloma! Volaría yo, y descansaría» (Salmo 55:6).
Tal como David, cuando enfrentamos presiones, maltratos, dificultades o angustias, quizá deseamos ser capaces de criar alas para poder escapar volando. Pero Jesús ofrece un camino mejor: en vez de huir de los problemas, nos invita a volar hacia Él. Dijo: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, […] y hallaréis descanso para vuestras almas» (Mateo 11:28-29). En lugar de desear salir volando para escapar de las complicaciones, podemos llevárselas al Señor.
Huir no puede darnos paz, pero Jesús sí puede hacerlo.
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Dios nos da fuerza para enfrentar nuestros problemas, no para huir de ellos. (RBC)