
El apóstol Pablo, al referirse a sí mismo como «anciano», en Filemón 9, ciertamente razonaba con su propio sentir sobre la edad: «… siendo como soy, Pablo ya anciano, […] te ruego por mi hijo Onésimo (vv. 9-10). Pablo estaba pidiéndole a Filemón que volviera a recibir a su siervo Onésimo, que había huido. Algunos eruditos creen que el apóstol tenía alrededor de 50 años cuando escribió esto; sin duda, no era una persona de la tercera edad, según los parámetros actuales. Sin embargo, la expectativa de vida en aquellos tiempos era mucho menor. Aun así, a pesar de ser consciente de que ya era adulto, continuó sirviendo al Señor muchos años más.
Aunque experimentemos limitaciones físicas o de alguna otra clase, lo que realmente importa es que sigamos haciendo lo que podamos para el Señor hasta que Él nos llame a nuestro hogar celestial.


Dios puede utilizarte a cualquier edad… si estás dispuesto. (RBC)