Los
judíos que viajaban a Jerusalén para las fiestas anuales (Deuteronomio 16:16)
sabían con seguridad que el Señor estaba trazando su curso y encargándose de
los caminos sinuosos y complicados. Expresaban esta certeza en el Salmo 121, la
canción del peregrino. La pregunta «¿de dónde vendrá mi socorro?» no
manifestaba dudas, sino confianza en el Señor que gobierna con soberanía (vv.
1-2). A diferencia de un guardia que a veces dormita o del dios Baal que
necesitaba que lo despertaran (1 Reyes 18:27), el Señor está siempre alerta, y
cuidó providencialmente a su pueblo durante el viaje (vv. 3-4). El mismo Señor
que había rescatado a Israel seguiría ayudando y preservando a los suyos, y
andando con ellos.
La
vida es un camino sinuoso con peligros y problemas desconocidos, pero podemos
estar seguros de la providencia, la seguridad y el cuidado de Dios.
Los
problemas son imponderables; la providencia de Dios está garantizada. (RBC)