Así sucede con nuestras transgresiones.
Podemos llevar marcas de los pecados del pasado, pero esos pecados, de los que
nos hemos arrepentido y que ya pusimos delante de Jesús para que los perdonara,
pueden dejar marcas hermosas.
Algunas personas, después de haber probado la
amargura del pecado, ahora lo detestan. Odian el mal y aman la rectitud. Tienen
la belleza de la santidad.
Otros, al comprender lo lejos que se
encontraban (Romanos 3:23), tienen un corazón tierno hacia los demás. Se
muestran comprensivos, compasivos y bondadosos cuando otros fracasan. Tienen la
belleza de la humildad.
Por último, el perdón gratuito y completo de
los pecados lleva a tener intimidad con Aquel que ha mostrado misericordia.
Tales pecadores aman mucho porque mucho se les ha perdonado (Lucas 7:47).
Tienen la belleza del amor.
La fuente de la
belleza es un corazón perdonado. (RBC)