Cuando el Señor obra en nuestra vida, puede
experimentarse algo similar. En el Antiguo Testamento, Dios le dijo a su pueblo
que esperara renovaciones importantes en el camino entre ambos (Isaías
62:10-11; Jeremías 31:31). Cuando envió a su Hijo, los judíos pensaron que se
destruía el camino hacia Él. Sin embargo, Jesucristo no estaba
destruyendo nada, sino completándolo (Mateo 5:17). El camino antiguo
asfaltado de leyes se convirtió en uno nuevo pavimentado con el amor
sacrificial de Cristo.
Dios sigue en la obra de reemplazar los
antiguos caminos del pecado y el legalismo con el sendero de amor que Jesús
completó. Cuando Él quita nuestras antiguas formas de pensar y comportarnos,
tal vez parezca que está destruyendo todo lo conocido, pero no es así, sino que
está construyendo un camino mejor. Y podemos confiar en que el resultado
final será relaciones interpersonales más armoniosas con los demás y una
comunión más íntima con Él.
Un trastorno suele
preceder al progreso espiritual. (RBC)