A pesar de los numerosos conflictos militares
devastadores que le han seguido, no ha disminuido la esperanza de lograr una
paz duradera. Y la Biblia brinda una promesa esperanzadora y realista de que,
un día, las guerras finalmente se acabarán. Cuando Cristo vuelva, la profecía
de Isaías se hará realidad: «… no alzará espada nación contra nación, ni se
adiestrarán más para la guerra» (Isaías 2:4). En ese momento, la hora
undécima pasará y comenzará la primera hora de paz permanente en un cielo nuevo
y tierra nueva.
Hasta que llegue ese día, aquellos que siguen
a Cristo deben ser representantes del Príncipe de Paz mediante su manera de
vivir y en la diferencia que marcan en nuestro mundo.
La paz verdadera solo
se logra en Dios. (RBC)