Todos los días, recorro el mismo camino para ir a trabajar y
volver a casa, y siempre veo una cantidad alarmante de conductores distraídos.
Por lo general, están hablando por teléfono o enviando mensajes, pero ¡también
he visto algunos que leen el periódico, se maquillan o comen cereales mientras
tratan de maniobrar un auto a más de 120 kilómetros por hora! A veces, las
distracciones son breves e inofensivas, pero, en un vehículo en movimiento, pueden
matar.
En ocasiones, las distracciones pueden afectar nuestra relación
con Dios. Así se sintió Jesús en cuanto a su amiga Marta, ya que ella «se
preocupaba con muchos quehaceres» preparando la comida (Lucas 10:40).
Cuando Marta se quejó de que María, su hermana, no la ayudaba (al parecer, por
su devoción a Cristo y sus enseñanzas), Jesús le dijo: «Marta, Marta, afanada y
turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha
escogido la buena parte, la cual no le será quitada» (vv. 41-42).
Marta tenía buenas intenciones al desenfocarse, pero estaba
desaprovechando la oportunidad de escuchar a Jesús y disfrutar de su presencia.
El Señor merece nuestra devoción más profunda, y Él es el único que puede
capacitarnos plenamente para evitar cualquier distracción en la vida.