Me encanta
tomar fotografías de puestas de sol en los lagos. Algunas tienen tonalidades
pasteles sublimes, mientras que otras presentan destellos intensos de colores
brillantes. Algunas veces, el sol se esconde delicadamente detrás del espejo de
agua; y otras, se pone en lo que parece ser una llameante explosión.
Tanto
en las fotos como en las personas, prefiero esto último, pero ambas situaciones
muestran la obra de Dios. Cuando se trata de la obra del Señor en el mundo, me
sucede lo mismo. Me gusta más ver respuestas sorprendentes a la oración que
provisiones comunes y corrientes de pan cotidiano. Pero ambas son obras
divinas.
Si
estás desanimado porque Dios no ha aparecido en un destello de gloria, tal vez
esté manifestándose mediante su presencia silenciosa.