En 11 de septiembre de 2011 se
cumple el décimo quinto aniversario del ataque terrorista a los Estados Unidos. Es
difícil pensar en aquella fecha sin que vengan a la mente imágenes de la
destrucción, el dolor y la pérdida que inundó el país y todo el mundo después
de semejante tragedia. La pérdida de miles de vidas iba acompañada de un
profundo sentimiento de quebranto colectivo: la sensación de haber perdido la
seguridad como nación. Esa angustia, tanto personal como corporativa,
acompañará siempre el recuerdo de los sucesos de aquel día.
"Esos horrorosos acontecimientos no son
los únicos recuerdos dolorosos del 11 de septiembre. También es el aniversario
de la muerte de mi suegro. Su pérdida se siente profundamente en la familia y
en su círculo de amistades"(C.H.C.– escritor americano).
Independientemente de la clase de
tristeza que experimentemos, hay un solo consuelo verdadero: la misericordia de
Dios. Desde su corazón quebrantado, David clamó a su Padre celestial, diciendo:
«Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy en angustia; se han consumido
de tristeza mis ojos, mi alma también y mi cuerpo» (Salmo 31:9). Solo en la
misericordia del Señor podemos hallar consuelo para nuestro dolor y paz para
nuestros corazones atribulados.
En toda pérdida, podemos acudir al
verdadero Pastor, Jesucristo, que es el único que puede sanarnos de la angustia
y el quebrantamiento.