El sargento Richard Kirkland fue un
soldado confederado durante la Guerra Civil en los Estados Unidos (1861-1865).
Cuando el fracaso del ejército de la Unión durante la Batalla de Fredericksburg
dejó abandonados a los soldados en tierra de nadie, Kirkland consiguió permiso
para socorrerlos. Con varias cantimploras, saltó la pared de piedra y se
inclinó para ayudar al primer soldado. Corriendo gran riesgo, el «Ángel de
Marye’s Heights» extendió la misericordia de Cristo a soldados enemigos.
Si bien pocos nos enfrentaremos a
enemigos en un campo de batalla, sí hallaremos personas sufrientes
por todas partes, que luchan contra la soledad, la pérdida, los problemas
de salud y el pecado. Sus clamores, silenciados por nuestras numerosas
distracciones, ruegan pidiendo misericordia y consuelo, esperanza y auxilio.
El ejemplo de Kirkland al demostrar la
compasión de Cristo puso en práctica el mandato de amar a los enemigos (Mateo
5:44). Pablo amplió este tema al citar Proverbios 25:21: «Así que, si tu
enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber» (Romanos
12:20). «No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal», fue su
instrucción (v. 21).
El desafío de Pablo nos insta a imitar
al sargento Kirkland. Hoy es el día de «saltar la pared» de la seguridad para
brindar el consuelo de Dios a los necesitados.
«Podemos ser amables aunque alguien no nos agrade». —Samuel Johnson (RBC)