El domingo 18 de julio de 2010, una de
las carreteras más transitadas de Europa se convirtió en lo que se llamó «la mesa
más larga del mundo». Los oficiales cerraron un tramo de 60 kilómetros (37
millas) de la Autopista A40, en Alemania, para que la gente pudiera caminar,
andar en bicicleta o sentarse a una de las 20.000 mesas puestas en el camino.
Se calcula que unos dos millones de personas fueron a disfrutar de ese evento,
cuyo director esperaba que conectara personas de muchas culturas, generaciones
y naciones.
Este suceso me hizo pensar en una mesa
aún más grandiosa alrededor de la cual los creyentes en Cristo se reúnen para
compartir la Santa Cena. En esta reunión de comunión, recordamos la muerte de
Jesús por nosotros y anunciamos su ansiado regreso, el clímax de la historia.
Justo antes de que Jesús fuera
crucificado, compartió la cena de la Pascua con sus discípulos, y les dijo: «…
no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con
vosotros en el reino de mi Padre» (Mateo 26:29).
La mesa del Señor reúne a todos
aquellos a quienes Cristo ha redimido por su sangre, «…de todo linaje y lengua
y pueblo y nación» (Apocalipsis 5:9). Un día, en una escena de comunión y gozo,
todos los que son de Cristo se sentarán junto con Él a la mesa que eclipsará
aquella reunión de la autopista alemana. ¡Con gozo, anticipamos el momento de
compartir juntos la mesa celestial!
El amor de Dios genera unidad en la diversidad. (RBC)