Nadie es inmune a sentirse desesperanzado. Los Salmos expresan constantes ruegos pidiendo ayuda cuando la vida parece oscura. «¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío» (Salmo 42:5). En un desafiante paso de fe, el salmista se insta a no olvidarse del Señor, el cual nunca lo abandonará.
Curtis Almquist escribió: «La esperanza se alimenta de la presencia de Dios […]. También se abastece con el futuro que el Señor tiene preparado para nuestra vida».
Ningún seguidor de Cristo debería negarse a buscar consejo para combatir la depresión ni sentir que la fe y la oración son soluciones demasiado simples. ¡En Dios, siempre hay esperanza!
La esperanza es sinónimo de certeza, porque se fundamenta en Dios. (RBC)