Esto también puede ser cierto en nuestra vida espiritual. Podemos oír los testimonios de otras personas y maravillarnos ante la obra que Dios está haciendo en sus vidas, escuchar música y mensajes grandiosos y sentirnos inspirados a seguir al Señor con más dedicación. Sin embargo, poco después de salir de la iglesia, nos resulta difícil encontrar tiempo o no nos esforzamos para cumplir nuestro deseo.
Santiago describe a tales creyentes como personas que se miran en un espejo y se ven, pero no hacen nada para corregir lo que está mal (Santiago 1:23-24). Oyen la Palabra, pero eso no los induce a la acción. El apóstol dice que debemos hacer, no sólo oír.
Cuando pasemos de la inspiración que genera la simple «audición» de cosas buenas que hacen otras personas a la transpiración que implica la «realización» personal de tales bondades, la Palabra de Dios implantada (1:21) producirá un jardín hermoso de fruto espiritual.
La vida funciona mejor cuando trabajamos. (RBC)