Se cuenta la historia de un joven predicador
llamado Augustus Toplady, el cual estaba paseando por la campiña inglesa
cuando, de repente, una tormenta apareció en medio del paisaje. Toplady divisó
una amplia formación rocosa con una grieta, donde se refugió hasta que pasó el
temporal. Mientras estaba sentado resguardándose de aquel diluvio, reflexionaba
en la conexión entre su refugio y la ayuda de Dios durante las tormentas de la
vida.
No tenía papel donde escribir, pero encontró
un naipe tirado en el suelo de la cueva y empezó a componer las palabras del
amado himno «Roca eterna».
Escrito durante aquel tormentoso día de 1775,
este himno ha sido, desde entonces, una fuente de fortaleza para los creyentes.
Roca de la eternidad, fuiste abierta para mí;
Sé mi escondedero fiel, solo encuentro paz en
ti;
Eres puro manantial, en el cual lavado fui.
Piensa en tus luchas. ¿Necesitas un lugar
para refugiarte? ¿Te hace falta Alguien que te proteja de los ataques de la
vida? ¿Precisas tener la certeza de que has sido perdonado? Tal como lo
experimentó Toplady, podemos hallar refugio y seguridad en Dios.
No enfrentes tú solo las tormentas de la
vida. Busca el amparo del Señor. Pídele que te proteja. Asegúrate de haber recibido
su perdón. Acércate a la Roca de la eternidad; es el lugar más seguro en la
vida.
Cuando el mundo que
te rodea se desmorona, Dios es la roca donde puedes permanecer firme. (RBC)