El sentimiento de
fracaso después de una derrota deportiva es similar a la enorme condena que
solemos infligirnos después de un colapso espiritual. ¿Cómo podemos
recuperarnos tras haber entristecido a Dios y a los demás, y decepcionarnos
personalmente? El apóstol Juan escribió: «Si decimos que no tenemos
pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si
confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros
pecados, y limpiarnos de toda maldad» (1 Juan 1:8-9). Dios nos perdona
porque Jesucristo pagó el precio por nuestros pecados (2:2).
El perdón de Dios nos
libera para que volvamos a empezar, concentrados en las oportunidades presentes
y olvidando las derrotas pasadas. Su limpieza nos permite recomenzar con un
corazón puro. Hoy Dios nos invita a recuperarnos y nos capacita para hacerlo.
En vez de vivir en
las sombras del ayer, andemos en la luz del hoy y la esperanza del mañana.
(RBC)