La inclusión forma parte de la esencia del
evangelio de Cristo. «Pero Dios, que es rico en misericordia, […] aun estando
nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia
sois salvos)» (Efesios 2:4-5). Por medio de la fe en Él, nosotros «que en otro
tiempo [estábamos] lejos, [hemos] sido hechos cercanos por la sangre de Cristo»
(v. 13).
Nuestra posición privilegiada como miembros
de la «familia de Dios» (v. 19) debería darnos ojos para ver y corazones para
interesarnos en aquellos que nos rodean y que se sienten solos e ignorados. Si
cada uno de nosotros le extendiera hoy una mano de amistad e interés a alguien,
¡qué diferencia produciría en todos!
Muestra tu amistad y,
así, anima al solitario y fortalece al cansado. (RBC)