Al mes de iniciada la guerra, Chambers habló
del desafío espiritual que afrontaban los seguidores de Cristo: «En medio de
las actuales calamidades, cuando la guerra, la devastación y las angustias
invaden las naciones extranjeras del mundo, debemos cuidarnos de no encerrarnos
en nuestro entorno particular e ignorar el mandato de nuestro Señor y de
nuestros compatriotas de cumplir con los servicios de la oración intercesora,
la hospitalidad y el cuidado de otros».
El desafío de Dios a Su pueblo resuena
inmutable en todas las épocas: «si dieres tu pan al hambriento, y saciares al
alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el
mediodía» (Isaías 58:10).
El temor hace que retengamos con firmeza lo
que tenemos; la fe en Dios abre nuestro corazón y nuestras manos para dar a los
demás. Andamos en Su luz cuando ayudamos a los demás y no acaparamos para
nosotros mismos.
A medida que el amor
de Dios crece en nosotros, desborda de nuestro interior. (RBC)