Caerleon es una aldea galesa con
profundas raíces históricas. Fue uno de los tres lugares del Reino Unido donde
las legiones romanas se apostaron durante la ocupación de Gran Bretaña. Aunque
la presencia militar terminó hace unos 1.500 años, la impronta de esa ocupación
todavía se observa en la actualidad. Gente de todo el mundo visita el fuerte
militar, las barracas y el anfiteatro, recordatorios de la época cuando Roma
gobernaba el mundo y ocupaba Gales.
Me asombra que, quince siglos
después, todavía se vean con tanta claridad pruebas de la presencia romana en
esa pequeña comunidad.
Sin embargo, me pregunto sobre
otra clase de impronta: la de Cristo en nuestras vidas. ¿Permitimos que otros
vean claramente Su presencia? ¿Pueden las personas que interactúan con nosotros
saber que Jesús vive en nuestro interior?
Jesús nos llama a exhibir Su
presencia en nuestra vida para la gloria de Dios el Padre. Dice: «Así alumbre
vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y
glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (Mateo 5:16). Mediante la
luz de nuestro testimonio y el impacto de nuestros actos de servicio, la gente
debería poder ver pruebas de la presencia de Dios en nuestra vida. ¿Las ven?
¿Pueden ver Su impronta?