En la época de la iglesia primitiva, Esteban se enfrentó con una multitud hostil (Hechos 6–7). Un tribunal de líderes religiosos escuchó a los testigos falsos que lo acusaron de blasfemia (Hechos 6:13). Esteban respondió declarando la verdad de la Palabra de Dios, que reafirmaba su fe en Cristo. Al final de su discurso, dijo: «He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios» (7:56). Entonces, la multitud lo apedreó (v. 58). Jesús, que miraba desde el cielo, le dio la bienvenida a casa.
La mayoría de los creyentes no enfrenta tanta hostilidad. Sin embargo, todos necesitamos estar «firmes en el Señor» cuando aparecen las presiones (Filipenses 4:1). No podemos permitir que los demás acallen nuestra voz que habla de Cristo. Proclamar a Jesús no siempre obtiene el favor de las multitudes aquí en la tierra, pero sí asegura la aprobación del Señor en el cielo, donde es más importante.
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Si encuentras oposición, tal vez sea la prueba de que estás haciendo algo valioso.