Al igual que mi ordenador, mi vida también se fragmenta. Una situación perturba mis emociones mientras trato de concentrarme en otra cosa. Me bombardean exigencias de todas partes. Quiero llevar a cabo todo lo que hay que hacer, pero mi mente no para y mi cuerpo no arranca. Al rato, me siento agotado e inservible.
Hace poco, fui a un retiro donde se repartieron unas notas para los asistentes, que incluían una oración con palabras que expresaban cómo me sentía yo: «Señor, estoy dispersa, intranquila, y solo la mitad de mí está aquí».
El rey David también atravesó momentos similares (Salmo 54 o 55:2). En oración, presentaba sus necesidades a Dios por la mañana, por la tarde y por la noche, confiado en que sería oído (v. 17).
La oración puede ayudar a desfragmentar nuestra vida. Cuando echamos nuestras preocupaciones sobre el Señor, nos muestra aquello que nosotros debemos hacer y lo que únicamente Él puede llevar a cabo.

Cuando más necesitamos orar es cuando menos tiempo tenemos para hacerlo.(RBC)