En respuesta a las acusaciones de los medios de comunicación por escándalo e indecencia, el político culpable respondió con el siguiente pretexto: «No recuerdo tales acontecimientos». No obstante, este fue otro intento de una figura pública de aplicar una estrategia llamada «negación plausible». Ocurre cuando un individuo trata de crear una red de protección personal buscando convencer a los demás de que desconocía los sucesos en cuestión. Otra persona es imputada y se convierte en el chivo expiatorio que paga por los agravios del culpable.
A veces los creyentes tienen su propia clase de negación plausible. Declaramos desconocer nuestra conducta equivocada, ponemos excusas o culpamos a otros; pero Dios sabe la verdad. La Biblia nos dice: «El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón» (1 Samuel 16:7). Esto es cierto cuando el corazón es puro y también cuando está corrompido y encubierto con falsas declaraciones de inocencia. Podemos engañar a otras personas que sólo nos ven por fuera, pero Dios conoce la realidad de nuestro corazón, sea bueno o malo.
Por lo tanto, es sabio confesar con humildad nuestras ofensas al Señor. Él desea que admitamos la verdad (Salmo 51:6). La única manera de librarnos del pecado y restaurar nuestra comunión con Dios es reconocerlo y confesárselo a Él (vv. 3-4).
Podemos conseguir engañar a otros, pero Dios conoce nuestro corazón.(RBC)