En el libro de Filipenses, leemos sobre un griego convertido a la fe cristiana que se llamaba Epafrodito. Fue un compañero íntimo de Pablo, que le resultó muy útil en su trabajo misionero. Sobre su amigo, el apóstol escribió: «… Epafrodito, mi hermano y colaborador y compañero de milicia…» (Filipenses 2:25).
Epafrodito era un espiritual hermano en Cristo, un obrero fiel con quien compartía los esfuerzos del ministerio, un valiente soldado de la fe y el portador de la carta inspirada a la iglesia de Filipos. Era un ejemplo de hermandad, de ética laboral, de constancia espiritual y de servicio. Sin duda, era buen merecedor de su reputación, la cual demostraba que no vivía por una deidad pagana, sino por la fe en Jesucristo.
Más importantes que nuestro nombre son las cualidades cristianas que se ven en nuestra vida: fiabilidad, interés por los demás, valor y sabiduría. ¿Qué palabras usaría la gente para describirte?
Si cuidamos nuestro carácter, ¡nuestra reputación se cuidará sola! (RBC)