Siglos antes, cuando tres jóvenes llamados Sadrac, Mesac y Abed-nego enfrentaron una amenaza similar, respondieron: «… rey Nabucodonosor […]: nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses» (Daniel 3:16-18). Una experiencia similar, pero con dos resultados distintos. Policarpo fue quemado vivo, pero Sadrac, Mesac y Abed-nego salieron del horno sin ninguna marca.
Dos resultados diferentes, pero el mismo despliegue de fe. Estos hombres nos mostraron que la fe en Dios no es simplemente confiar en lo que Él puede hacer, sino en que Dios es Dios, ya sea que nos libere o no. Él tiene la última palabra, y está en nosotros decidir seguirlo en cualquier circunstancia.
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La vida es dura, pero Dios es bueno… siempre. (RBC)