El conducto espiritual del creyente hacia el cielo se construye sobre una firme confianza en Dios. Pero, si somos inflexibles en cuanto a cómo esperamos que Él actúe, podemos incurrir en problemas. En una crisis, cometeríamos el error de dejar de mirar al Señor para centrarnos en nuestras circunstancias angustiosas. Deberíamos orar así: «Dios, no entiendo por qué has permitido que ocurra esto, pero confío en que, al final, me darás la salida, a pesar de todo lo que pasa a mi alrededor». El salmista lo expresó maravillosamente: «… en ti ha confiado mi alma, […] hasta que pasen los quebrantos» (Salmo 57:1).
Cuando la tierra parece moverse debajo de nosotros, seamos flexibles en las expectativas, pero confiemos firmemente en el amor y cuidado inconmovibles de Dios.

Dios puede posponer la respuesta o negar nuestro pedido, pero nunca defraudará nuestra confianza. (RBC)