¿No sería grandioso que las dificultades en la vida fueran como los ataques de tiburones toro en el Lago Michigan: extraños o incluso falsos? Pero no es así. Los problemas y los conflictos son habituales. Lo que sucede es que, cuando ocurren, preferiríamos que no fuera así.
Quizá por esta razón el apóstol Pedro, al escribirles a los seguidores de Cristo del siglo i, que atravesaban momentos difíciles, les dijo: «Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese» (1 Pedro 4:12). Estas pruebas no son anormales; entonces, una vez que se nos pase la sorpresa, podemos acudir al Padre, que obra profundamente en nuestro corazón y en nuestra vida. Su amor nunca falla. Y en nuestro mundo repleto de pruebas, necesitamos desesperadamente esta clase de amor.
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Con los destellos de Su amor, Dios pinta en nuestras nubes el arco iris de Su gracia. (RBC)