El Salmo 107 también narra una historia sobre
personas que corren peligro en el mar. Flotando sobre las olas, «suben a los cielos
[y] descienden a los abismos…». Y como resultado, «… sus almas se derriten con
el mal» (v. 26). Por fin, los marineros le mandan un S.O.S. a Dios, y Él
responde aquietando el mar y guiándolos a su destino (vv. 28-30).
Cuando enfrentamos circunstancias
desesperantes, tendemos a recurrir a otros seres humanos para buscar dirección
y consuelo. Sin embargo, ellos están en el mismo bote; perdidos en el océano de
los altibajos de la vida. Solo Dios está fuera del bote; y en su soberanía,
estabilidad y fortaleza, puede calmar las tormentas (vv. 24-25, 29). ¿Estás
atravesando dificultades? ¡Acude al Señor Jesucristo!
Adoramos a un Dios
que es mayor que nuestro problema más grande. (RBC)