Al parecer, el apóstol Pablo sabía que los
creyentes corintios necesitaban esto; así que, antes de exhortarlos con
enérgicas palabras correctivas, los colmó de elogios. Como su líder espiritual,
empezó la carta agradeciendo al Señor por la gracia que exhibían sus vidas.
Anteriormente alejados de Dios, estos
creyentes ahora participaban de la gracia divina mediante la muerte y resurrección
de Cristo. Unidos a Jesús, tomaban de Él la vida espiritual, y el fruto de esta
unión era una creciente santidad (1 Corintios 1:4-7). En forma deliberada y
permanente, Pablo daba gracias al Señor por su obra en la vida de estos
creyentes. Supongo que este tierno aprecio del apóstol facilitaba que aceptaran
la enérgica crítica.
Cuando veamos personas obedientes al Señor,
dediquemos un tiempo para mostrarles nuestro aprecio y dar gracias a Dios por
lo que está haciendo a través de ellos.
Alaba en voz alta;
exhorta con palabras suaves. (RBC)