En la actualidad, el discurso de Lincoln en
Gettysburg es sumamente conocido y citado, mientras que las palabras de Everett
no las recuerda casi nadie. La elocuente brevedad de Lincoln no es lo único que
cuenta, sino que, en aquella ocasión, sus palabras tocaron el espíritu herido
de una nación fracturada por la guerra civil, mientras ofrecían esperanza para
los días venideros.
Las palabras no tienen que ser muchas para
ser significativas. Lo que denominamos el Padrenuestro está entre las
enseñanzas más breves y memorables de Jesús. Brinda ayuda y sanidad al
recordarnos que Dios es nuestro Padre celestial, cuyo poder actúa en la Tierra,
tal como sucede en el cielo (Mateo 6:9-10); que ofrece provisión, perdón y
propósito para cada día (vv. 11-13); y que toda la honra y la gloria le
pertenecen a Él (v. 13). No hay nada de nuestro pasado, presente y futuro que
no esté incluido en las breves palabras de nuestro Señor.
«Las palabras amables
suavizan, tranquilizan y consuelan al que las oye». Blas Pascal (RBC)