A
pesar del peligro diario, Bonhoeffer escribió Vida comunitaria, un libro sobre
el ministerio de la hospitalidad. Puso a prueba sus principios mientras vivió y
trabajó en un monasterio, y cuando estuvo preso. Pensaba que toda comida, tarea
y conversación eran una oportunidad de mostrar a Cristo a los demás, aun bajo
una gran tensión o estrés.
En
Deuteronomio, leemos que así como Dios se ocupó de los israelitas que dejaban
Egipto, les ordenó que lo imitaran amando y hospedando a los extranjeros y a
las viudas (10:18-19; Éxodo 22:21-22). Nosotros también somos receptores del
amor de Dios y su Espíritu nos da poder para que lo sirvamos ministrando a
otros de innumerables maneras, todos los días, mediante palabras y acciones
bondadosas.
En
nuestro diario andar, ¿hay alguien que parezca solitario o perdido? Podemos
confiar en que el Señor nos capacitará para transmitirle esperanza y compasión
mientras vivimos y trabajamos juntos para Él.
Entender
el amor de Dios hacia nosotros nos permite amar más a los demás. (RBC)