Pedro
y Juan exhibieron esa misma actitud generosa y llena de gozo cuando sanaron a
un paralítico que mendigaba en la puerta del templo de Jerusalén (Hechos
3:1-10). Esto hizo que los arrestaran y los llevaran ante las autoridades, las
cuales preguntaron: «¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros
esto?». Entonces, Pedro respondió: «Puesto que hoy se nos interroga acerca del
beneficio hecho a un hombre enfermo, […] sea notorio a todos vosotros, y a todo
el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros
crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está
en vuestra presencia sano» (Hechos 4:7-10).
La
bondad es fruto del Espíritu (Gálatas 5:22) y un contexto poderoso en el cual
hablarles de manera genuina a los demás sobre el Señor Jesucristo.
Una
obra bondadosa puede enseñar más sobre el amor de Dios que muchos sermones.
(RBC)