Esto
enfatiza un principio espiritual: es crucial que dediquemos tiempo a la Palabra
de Dios para poder vincularnos con la persona de Cristo. Leer sobre su amor
incondicional nos impulsa a amar sin demandas. Su misericordia y la gracia
abundante que derrama sobre los más indignos hacen que me avergüence de mi
tendencia a no perdonar y a buscar venganza.
Descubro
que mi gratitud aumenta cuando me doy cuenta de que, a pesar de mi pecado, el
Señor me ha vestido con la hermosura de su justicia perfecta. Sus caminos
asombrosos y su sabiduría sin igual me motivan y transforman. Es difícil estar
satisfecho con mi vida tal como es cuando, en su presencia, soy impulsado a
parecerme más a Él.
El
apóstol Pablo nos invita a disfrutar contemplando a Cristo. Al hacerlo, «somos
transformados de gloria en gloria en la misma imagen» (2 Corintios 3:18).
Mantente
cerca del Señor y nunca serás el mismo. (RBC)