En dos ocasiones, Abraham
sucumbió ante el temor de que un gobernante lo matara y le robara la esposa
(Génesis 12:11-20; 20:2-13). Por miedo a perder la vida, engañó a Faraón y al
rey Abimelec, diciendo: Es mi hermana, lo que, en esencia, daba lugar a que el
rey llevara a Sara a su harén (20:2). Al permitir que el miedo controlara sus
acciones, puso en riesgo el plan de Dios de levantar una gran nación a través
de él y de su esposa (12:1-3).
No obstante, antes de juzgar a
Abraham, deberíamos hacernos unas preguntas. Por temor a perder el trabajo,
¿comprometeríamos nuestra integridad? Por miedo a parecer antiguos, ¿dejaríamos
de lado nuestros valores? Por temor a que nos ridiculicen y nos malinterpreten,
¿descuidaríamos la oportunidad de dar testimonio del evangelio y arriesgaríamos
el futuro eterno de una persona? Solo una cosa vencerá nuestros miedos: la fe
firme en la presencia, la protección, el poder y las promesas de Dios.
Si tu miedo pone en riesgo los
maravillosos planes de Dios para tu vida, recuerda que el Señor nunca te pedirá
que hagas nada que Él no pueda completar, aunque eso exija una intervención
milagrosa de Su parte.
Deja que
tu fe conquiste el miedo y Dios convertirá tu angustia en adoración. (RBC)