Los
israelitas demostraron aun más generosidad cuando ofrendaron para construir el
tabernáculo del Señor. Al pedirles que proveyeran materiales para el santuario,
«vino todo varón a quien […] su espíritu le dio voluntad, con ofrenda al Señor
para la obra del tabernáculo» (Éxodo 35:21). Entusiasmados, donaron joyas de
oro, telas de colores, lino fino, plata, bronce, piedras preciosas y especias.
Algunos también dieron de su tiempo y sus talentos (vv. 25-26).
Si
seguimos el ejemplo de los israelitas y ofrendamos generosamente de nuestros
recursos, agradamos y honramos a Dios. El Señor, quien ve y conoce nuestros
pensamientos y corazón, ama a los dadores alegres. Él mismo es el mejor ejemplo
de generosidad (Juan 3:16).
La
condición de tu corazón es más importante que el tamaño de tu ofrenda. (RBC)