No
obstante, este concepto trasciende su aplicación a la antigua Israel. Más allá
de eso, las ciudades de refugio reflejaban el corazón de Dios hacia todas las
personas. Él anhela ser el lugar donde nos sintamos seguros en medio de los
fracasos, las angustias y las pérdidas de la vida. En el Salmo 59:16-17,
leemos: «Pero yo cantaré de tu poder, y alabaré de mañana tu misericordia;
porque has sido mi amparo y refugio en el día de mi angustia. Fortaleza mía, a
ti cantaré; porque eres, oh Dios, mi refugio, el Dios de mi misericordia».
Para
los corazones heridos de todas las generaciones, nuestra «ciudad de refugio» no
es un lugar, sino una Persona: el Dios que nos ama con amor eterno. Que
encontremos nuestro refugio y descanso en Él.
Se
puede hallar refugio en la Roca de los siglos. (RBC)