El libro de Ezequiel, en el Antiguo
Testamento, nos habla del juicio de Dios sobre su pueblo desobediente. El Señor
llamó a los israelitas «gentes rebeldes que se rebelaron contra mí» (2:3) e
«hijos de duro rostro y de empedernido corazón» (v. 4). Las gráficas
descripciones de su pecado y las violentas imágenes del juicio venidero son
horrorosas. No obstante, en los momentos más oscuros del lamento de Dios por su
pueblo exiliado en Babilonia, su amor se refleja en el llamado que les hace
para que regresen al sendero de la vida.
«Echad de vosotros todas vuestras
transgresiones con que habéis pecado, y haceos un corazón nuevo y un espíritu
nuevo. ¿Por qué moriréis, casa de Israel? Porque no quiero la muerte del que
muere, dice Dios el Señor; convertíos, pues, y viviréis» (18:31-32).
Dios no nos pide que nos sintamos peor
de lo que ya lo hacemos por nuestros fracasos ni que nos esforcemos más para
obedecer sus mandamientos, sino que nos invita a recibir una fuente renovada de
motivación y poder: «un corazón nuevo y un espíritu nuevo» de parte de Él
(36:26-27).
Si sientes que te has alejado demasiado
del Señor y que te ha abandonado, es hora de que te aferres a la verdad.
¿Aceptarás hoy la invitación del Padre? Él te dice: «Conviértete y vivirás».