El Hermano Lorenzo (1614-1691) se sentía
íntimamente cerca de Dios mientras, con humildad, fregaba utensilios en la
cocina del monasterio. Sin duda, tenía horarios específicos para orar, pero
descubrió que lo que más cambió su vida era hablar con Dios mientras trabajaba.
En su clásico libro devocional titulado La práctica de la presencia de Dios,
dice: «Es un gran engaño pensar que nuestros tiempos de oración deben
diferenciarse de otros momentos. Estamos estrictamente obligados a ser fieles a
Dios en la acción cuando hay que actuar y en la oración cuando hay que orar».
En resumen, defendía el concepto de «[orar] sin cesar» (1 Tesalonicenses 5:17).
Este es un recordatorio útil, ya que, a
veces, tendemos a compartimentar nuestra vida. Quizá oramos solamente en las
reuniones en la iglesia, los grupos pequeños de estudio bíblico, los cultos
familiares y el tiempo devocional personal. Pero ¿qué sucede durante las horas
de trabajo? Orar en el trabajo no significa que tenemos que caer de rodillas
con las manos entrelazadas y orar en voz alta, sino que podemos poner delante
de Dios y a lo largo del día las decisiones laborales y las relaciones
interpersonales.
Dondequiera que estemos y sea lo que sea que
hagamos, el Señor quiere formar parte de ello. Cuando la oración entra en cada
aspecto de nuestra vida, ¡quién sabe lo que Dios puede llegar a hacer para su
gloria!
¡La oración verdadera es una forma de vida, no un desvío de emergencia! (RBC)