Después que Dios liberó a su pueblo de
Egipto, le dio un mandato que lo haría desacelerar y hacer una pausa para verlo
a Él y al mundo. El cuarto mandamiento presentó un contraste dramático con la
esclavitud que Faraón había impuesto a los israelitas, cuando no tenían ningún
descanso durante su rutina de trabajo diario.
Se estableció que el pueblo de Dios apartara
un día por semana para recordar varias cosas importantes: la obra del Señor en
la creación (Génesis 2:2), la liberación de la esclavitud en Egipto
(Deuteronomio 5:12-15), la relación de Israel con Dios (6:4-6) y la necesidad
de una renovación personal (Éxodo 31:12-18). No tenía que ser un día de ocio,
sino de reconocimiento, adoración y descanso en Dios.
A nosotros también se nos llama a desacelerar
el paso, a renovarnos física, mental y emocionalmente, y a contemplar a Dios en
su magnífica creación.
Comenzamos a vivir
para Dios cuando descansamos en Él. (RBC)