Esta
fue la clase de ayuda que Job buscó de parte de sus amigos. Aunque es cierto
que se sentaron junto a él siete días en silencio, «porque veían que su dolor
era muy grande» (2:13), no escucharon cuando él empezó a hablar. En cambio,
hablaron y hablaron, pero no lo consolaron (16:2). «¡Quién me diera quien me oyese!»,
se lamentó Job (31:35).
Cuando
escuchamos, expresamos: «Lo que te sucede es importante para mí». A veces, las
personas quieren un consejo, pero a menudo, lo único que necesitan es que
alguien que las ama y se preocupa por ellas las escuche.
No
es tarea fácil escuchar, y lleva tiempo llegar a oír lo que el otro tiene en el
corazón, para que al hablar, lo hagamos con sabiduría y tacto.
Señor,
danos un corazón amoroso y un oído atento.
Si
mientras otros hablan estoy pensando en qué responderé, no estoy escuchando.
(RBC)