En 1972, la cámara Polaroid SX-70
revolucionó el mundo de la fotografía. Un artículo de una revista la describía
como «un milagro de la física, la óptica y la electrónica». Cuando se tomaba la
foto, «un cuadrado negro salía del frontal de la cámara y se revelaba delante
de nuestros ojos». La gente quedó atrapada con la rapidez y lo inmediato de los
resultados.
Oswald Chambers percibió una estrecha
relación entre nuestro deseo de lo inmediato y las pasiones descontroladas, a
las que definió como «simplemente querer tener algo al instante: un deseo
corporal o un bien espiritual […]. No puedo esperar el tiempo de Dios, Él es
demasiado indiferente; así obran las pasiones».
En el Salmo 27, David escribió sobre
esperar en Dios durante una gran dificultad, cuando no hay soluciones a la
vista. En vez de desesperarse, siguió confiando en que vería «la bondad del
Señor en la tierra de los vivientes» (v. 13).
Vivimos en un mundo que adora lo
inmediato. Cuando parece que no hay señales de que se cumplirán nuestros
anhelos más profundos, el salmista nos insta a aferrarnos al Dios eterno.
«Aguarda al Señor; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera al Señor» (v.
14).