Todo lo que observo me lleva a creer
esta verdad: el orden no es algo natural. Cuando pienso en mi oficina, me
asombro lo rápido que se torna en un caos y cuánto tiempo me lleva ordenarla.
El orden exige intervención; no ocurre de manera natural.
No debería sorprenderme, ya que el
papel de Dios para ordenar las cosas a partir del caos es un tema relevante en
la Biblia. Lo hizo al crear la nación de Israel (Éxodo 7–14). Cuando dijo que
era hora de sacar al pueblo hebreo de Egipto, Faraón se negó. La economía de la
nación dependía de estos obreros hebreos, y el monarca no quería perderlos.
Entonces, para que cambiara de idea y convencerlo, Dios envió diez plagas. Los
magos egipcios pudieron reproducir las dos primeras, pero no revertirlas… ni
siquiera una. Pudieron generar caos, pero no fueron capaces de restaurar el
orden. Solamente Dios puede hacer eso.
Con esfuerzo, podemos poner orden en
nuestros espacios físicos, pero nos resulta imposible revertir el caos
emocional y espiritual en nuestra vida. Solamente Dios puede hacerlo. Cuando
vivimos como el Señor desea (sin injuriar, siendo amables y considerados con
todos), Él puede restaurar el orden en las situaciones caóticas que enfrentamos
(Tito 3:2).