El internacionalmente aclamado
violinista Midori cree que la práctica concentrada y diligente es la clave para
una buena ejecución. Mientras cumplía un riguroso calendario de 90 conciertos por
año, igualmente ensayaba 5 ó 6 horas por día. Jane Ammeson, en la revista NWA
WorldTraveler, citó estas palabras de Midori: «Tengo que practicar para mi
trabajo y lo hago todos los días […]. En realidad, lo importante no es la
cantidad de horas, sino la calidad del trabajo que hay que hacer. Veo que los
alumnos ejecutan un instrumento y lo llaman ensayo, pero no escuchan ni
observan con cuidado. Tener un manual abierto no significa que uno esté
estudiando».
Este mismo principio se aplica a
nuestro andar en la fe. Pablo le escribió a Timoteo: «Procura con diligencia
presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que
usa bien la palabra de verdad» (2 Timoteo 2:15). Diligencia implica un esfuerzo
constante y serio, lo opuesto a un enfoque descuidado y desatento. Abarca todos
los aspectos de nuestra relación con Dios.
Así como un músico procura la
excelencia, nosotros también debemos desear servir a Dios con confianza,
procurar Su aprobación y anunciar eficazmente Su Palabra a otras personas.
¿Soy diligente al estudiar, orar y
escuchar al Señor en el día de hoy?