Una de las razones por las que tendemos a
contar en vez de mostrar es que lo primero resulta más fácil y más rápido.
Mostrar cómo hacer algo requiere tiempo y esfuerzo. Al enseñar, es más sencillo
decirles a los alumnos qué hicieron mal, en lugar de mostrarles cómo hacerlo
bien. Sin embargo, esto último es más eficaz.
Durante miles de años, el pueblo judío solo
tenía la ley que les decía qué hacer y qué no. Pero más tarde, vino Jesucristo,
quien les mostró cómo vivir de la manera que Él les había señalado siempre.
Jesús no solo dijo: «Sean humildes», sino que «se humilló a sí mismo»
(Filipenses 2:8). No declaró simplemente: «Perdonen a los demás», sino que nos
perdonó (Colosenses 3:13). Sus palabras no fueron solamente: «Amen a Dios y a
sus prójimos», sino que demostró su amor mediante sus obras (Juan 15:12).
El ejemplo perfecto del amor divino muestra
cuán grande es el amor de Dios hacia nosotros y cómo debemos demostrárselo a
los demás.
Amar es la voluntad
de Dios en acción. (RBC)