Por más seguro que sea ese sitio, hay otro
lugar que lo supera, y está lleno de algo más precioso que el oro: el
cielo contiene nuestro regalo de la vida eterna. El apóstol Pedro alienta a los
creyentes en Cristo a alabar a Dios por tener «una esperanza viva», una
expectativa confiable que crece y se fortalece a medida que aprendemos más de
Jesús (1 Pedro 1:3). Y nuestra esperanza está basada en el Cristo resucitado.
Su regalo de la vida eterna nunca se arruinará por el ataque de fuerzas
hostiles. Jamás perderá su gloria ni su frescura, porque Dios la ha mantenido a
salvo en el cielo y seguirá haciéndolo. No importa el daño que pueda
sobrevenirnos en nuestra vida en la Tierra, ya que Dios protege nuestra alma.
Nuestra herencia es segura.
Como una caja fuerte dentro de otra caja
fuerte, Dios protege nuestra salvación, y estamos seguros.
El cielo es el lugar
más seguro para tener una herencia. (RBC)