El Antiguo Testamento cuenta la historia de
otro caso de presión de personas del entorno. David y sus hombres estaban
escondidos de Saúl en una cueva, cuando entró el rey (1 Samuel 24). Los
compañeros de David le sugirieron que Dios les había entregado a Saúl en sus
manos, y lo instaron a que lo matara (vv. 4, 10). Creían que, de esta manera,
podrían dejar de esconderse y que David se transformaría en rey. Pero David no
quiso dañar a Saúl, porque este era «el ungido del Señor» (v. 6).
A veces, la gente nos sugiere que hagamos
algo que parece gratificante o práctico en el momento. Pero hay una diferencia
entre la sabiduría mundana y la espiritual (1 Corintios 2:6-7). La sabiduría de
lo alto «… es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de
misericordia…» (Santiago 3:17). Cuando otros nos instigan a hacer algo, podemos
pedirle a Dios que influya en nuestra respuesta.
Aquel que obtiene su
sabiduría de Dios es verdaderamente sabio. (RBC)