Jesús relató una parábola sobre las aves y
las semillas: «¡Oíd! He aquí, el sembrador salió a sembrar; y aconteció que al
sembrar, una parte de la semilla cayó junto al camino, y vinieron las aves y se
la comieron» (Marcos 4:3-4). Otra semilla cayó en suelo rocoso y con espinas, y
se secó (vv. 5-7), pero una parte cayó en terreno fértil y dio abundante fruto
(v. 8).
Jesús explicó que, cuando las personas que
están junto al camino oyen la Palabra de Dios, «en seguida viene Satanás y
quita la palabra que se sembró en sus corazones» (v. 15). El diablo odia el
evangelio y trata de impedir que la gente crea la buena noticia. A menudo,
insta sutilmente a los oyentes para que pospongan una decisión u olviden lo que
oyeron. Para contrarrestar esto, cuando testificamos, debemos orar al Señor de la
cosecha y pedirle que haga que su Palabra se arraigue en los corazones
receptivos.
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Nosotros plantamos la
semilla y Dios produce la cosecha. (RBC)
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