La nación de Israel atravesaba un gran
problema. Sin embargo, el Señor le prometió al nuevo líder de los israelitas:
«… no te dejaré, ni te desampararé» (Josué 1:5). Josué estaba asumiendo el
liderazgo de la nación después de la muerte de Moisés, justo antes de que
entraran en la tierra prometida. Los problemas se vislumbraban en el horizonte
ante las futuras e innumerables campañas militares contra sus enemigos (8:3;
9:1-2). Sin la presencia de Dios, no podrían empezar a conquistar la tierra.
Josué tenía una profunda fe en el Señor, tal
como se evidenció cuando fue a espiar la tierra de Canaán (Números 14:6-9). No
obstante, cuando asumió la función de líder, Dios bondadosamente le recordó que
su presencia lo ayudaría a ser valiente. Lo mismo les promete hoy a sus hijos
(Hebreos 13:5-6).
Para los hijos de Dios de todas las épocas,
es una lección reconfortante saber que Dios está siempre con nosotros. Incluso,
cuando «nos metemos en muchos problemas como este».
Cuando los problemas
te llaman, llama a Dios. (RBC)